A la vieja le gustan las pollas negras
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El doctor estaba esperando que la paciente se acomodara en la cama para poderla auscultar con su potente estetoscopio y en lugar de eso se encontró con una madurita insinuante y ardiente en deseos de que le metieran un gordo termómetro africano por el coño. Hábil y profesional como no podía ser de otra manera, el doctor se dispone a darle la cura definitiva a su ansiedad de polla, aunque al final acaba sospechando que no era una enfermedad lo que tiene esta cachonda sino una cara tan dura como su rabo.